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Con hijos o sin hijos lo mejor es un acuerdo

Con hijos o sin hijos lo mejor es un acuerdo

Lo mejor es un acuerdo

Con hijos o sin hijos lo mejor es un acuerdo. Cuando en una pareja, con o sin hijos, la convivencia se transforma en imposible, cuando ni siquiera queda la posibilidad del diálogo surge, máxime en situaciones tan extremas como la actual, la necesidad de recurrir a las herramientas legales existentes para encontrar una solución.

Los profesionales que nos dedicamos al derecho de familia, sabemos perfectamente que lo mejor que podemos hacer por nuestros clientes es procurar resolver el conflicto mediante un acuerdo.

Lejos han quedado ya los tiempos del “Kramer contra Kramer”, aquella película antológica en la que los abogados de las partes iniciaban una despiadada guerra judicial, sacando trapos sucios del contrario, con la única finalidad de vencer en el pleito, aún a costa de abocar a sus clientes a un traumático conflicto de por vida.

Recuerdo aquellos años de facultad en los que estudiábamos el derecho de familia como una concatenación de artículos y con suerte, algo de jurisprudencia, sin ahondar en la especialidad de este tipo de procesos.

La experiencia me ha demostrado que tras estos procesos hay mucho más.

Los conflictos de familia son, quizás, los más difíciles de manejar a nivel emocional, no solo para los clientes, sino también para los profesionales que les asisten.

Sentido común ante cualquier caso

Los abogados y las abogadas de familia sabemos que para resolver satisfactoriamente nuestros pleitos, tan importante es nuestro conocimiento sobre la materia como utilizar el sentido común.

Pero ¿qué es el sentido común? ¿Es común a todos o cada persona tiene el suyo propio?

Etimológicamente, el sentido común se define como el conjunto de creencias o proposiciones que se alimentan por la sociedad (la familia, el clan, el pueblo, las naciones, la humanidad).

Sin embargo y en este sentido, en relación con los conflictos de familia, podemos encontrar creencias diametralmente opuestas, pudiendo aferrarnos a la que más se ajuste a lo que pretendemos para fundar nuestros argumentos.

Y así, con frecuencia nos encontramos con que lo que para nosotros como profesionales es lo sensato, es precisamente lo opuesto a lo que el contrario considera razonable.

El sentido común así entendido es la antítesis del pensamiento crítico, siendo este el que generalmente caracteriza a quienes ejercemos la abogacía.

Por tanto, primar aquel sobre éste es una tarea extremadamente difícil, también para nosotros como profesionales.

Sin embargo, si entendemos el sentido común como Sensus communis romano, considerado, no solo como sensatez, sino también como humildad y sensibilidad, nos resultará más fácil mantener una posición negociadora que redunde, al final, en beneficio de nuestro cliente.

Humildad para saber cuándo detenernos en nuestras exigencias, para entender cuándo debemos reconsiderar nuestra postura y sensibilidad para comprender las razones del contrario y encontrar un punto de encuentro justo para todos.

Principios de actuación

Si estos son, de forma general, principios que deben regir nuestra actuación como profesionales del derecho de familia, cuánto más deben serlo en situaciones extraordinarias, como la que nos ocupa.

La situación derivada del Covid-19 ha dado lugar a numerosos conflictos en esta materia.

Incumplimiento del régimen de visitas establecido, progenitores que dejan de pagar la pensión de alimentos o que la reducen de forma unilateral, que cambian los días y horas de recogida y entrega de sus hijos o hijas, que impiden que los menores regresen con su custodio.

Un sinfín de conflictos que, padres y madres, no han sabido o podido solucionar y que los despachos de abogados especialistas en la materia hemos ido resolviendo conforme a nuestros conocimientos y sobre todo, con altas dosis de sentido común.

Necesidad de criterios unívocos

La falta de criterios unívocos de Juzgados y Tribunales, la ausencia absoluta de instrucciones claras para la resolución de estos conflictos, la imposibilidad actual de acceder a la tutela judicial, paralizada a consecuencia del estado de alarma hacen que, ahora más que nunca, debamos esforzarnos por practicar el sentido común, en su acepción más amplia, en la búsqueda de acuerdos que satisfagan a todas las partes, priorizando, como no puede ser de otra manera, el interés de los menores.

Son tiempos difíciles y los que vienen no lo serán menos.

Los despachos de abogados de familia tenemos ahora una enorme responsabilidad, la de esforzarnos, aún más si cabe, en resolver los conflictos de forma amistosa o extrajudicial.

Primero por nuestros clientes y después para no contribuir a la ya de por si colapsada maquinaria judicial, con la aportación de demandas para cuya resolución, además y en el mejor de los casos, transcurrirán meses.